24/02/2015
La noche sin luna desteñía sus cabellos. Diluido en la multitud, nada lo distinguía de los demás. Solo era un caminante entre tantos otros, en aquella populosa ciudad, en una noche cualquiera.
La noche sin luna desteñía sus cabellos. Diluido en la multitud, nada lo distinguía de los demás. Solo era un caminante entre tantos otros, en aquella populosa ciudad, en una noche cualquiera.
Pero su noche nada tenía que ver con las otras. No era efímera, ni joven, y nada deseable. La suya era una noche fría, persistente, protectora del dolor de su alma.
Le resultaba difícil calcular cuanto tiempo había transcurrido desde que le sobreviniera la noche. En realidad eso tampoco importaba. En un mundo estático no existía el futuro ni el ahora. Tan solo el recuerdo. Pero también la noche le protegía del él. Le protegía de aquello que se hubiera convertido en su única certeza y referencia, y que habría derivado en locura desde aquel primer y único momento.